"J'imaginais seulement que, soulevant le tablier, je verrais nu son derrière.
Il y avait dans le couloir une assiette de lait destinée au chat.
-Les assiettes, c'est fait pour s'asseoir, dit Simone. Paries-tu? Je m'assois dans l'assiette.
-Je pare que tu n'oses pas, répondis-je, sans souffle.
I fasait chaud. Simone mit l'assiette sur un petit banc, s'installa devant moi et, sans quiter mes yeux, s'assit et trempa son derrière dans le lait..." *
Con mucho cuidado abrió la edición conmemorativa de la Historia del Ojo tal y como la habían concebido él y sus amigos con el pretexto del octogésimo aniversario de la versión clandestina de 1928. Ciento treinta y cuatro ejemplares, con litografías de Masson y con el pseudónimo de Bataille: Lord Auch. No había introducción, ni notas al pie de página, era simplemente un capricho de ese grupo de lobos urbanos que sólo se reunía un par de veces al año durante los solsticios, y en sesión solemne, para dar luz a proyectos extravagantes, raros y un poco dementes.
Abrió el libro en el mismo párrafo que había leído cuando apenas era un adolescente: Esa escena era hermosa. Y principalmente lo era porque sonaba de lo más natural.
Por otro lado, desde entonces ya sabía que la naturaleza vestida tan livianamente asustaba a la gente común y se guardó bien de comentar su hallazgo.
Con los años hizo de sus obsesiones un estilo de vida respetado por las ovejas, compartido con algunos.
Ella había descubierto, quizá sin percatarse, que la máscara no era máscara, pues la gente siempre ve lo que quiere ver y nunca lo que tiene enfrente. Los lobos dejaron de usar traje de oveja hace mucho tiempo.
Pero eso fue hace mucho tiempo, antes que ella cerrara los ojos como todos los otros.
Abrió el libro en el mismo párrafo que había leído cuando apenas era un adolescente: Esa escena era hermosa. Y principalmente lo era porque sonaba de lo más natural.
Por otro lado, desde entonces ya sabía que la naturaleza vestida tan livianamente asustaba a la gente común y se guardó bien de comentar su hallazgo.
Con los años hizo de sus obsesiones un estilo de vida respetado por las ovejas, compartido con algunos.
Ella había descubierto, quizá sin percatarse, que la máscara no era máscara, pues la gente siempre ve lo que quiere ver y nunca lo que tiene enfrente. Los lobos dejaron de usar traje de oveja hace mucho tiempo.
Pero eso fue hace mucho tiempo, antes que ella cerrara los ojos como todos los otros.
* [Imaginaba que si levantaba su delantal por atrás, vería desnudo su trasero.
En el rincón de un corredor había un plato con leche para el gato:
-"Los platos están hechos para sentarse", me dijo Simone. "¿Apuestas a
que me siento en el plato?"
-"Apuesto a que no te atreves", le respondí, casi sin aliento.
Hacia calor. Simone colocó el plato sobre un pequeño banco, se instaló delante de mí y, sin separar sus ojos de los míos, se sentó sobre él empapando sus nalgas en la leche..."]