Caperucita se despertó por el murmullo de la lluvia en la ventana.
Se levantó sin hacer ruido para no despertar a la muchacha de piel magníficamente obscura, desnuda entre las sábanas de algodón.
Descalza se dirigió a la sala de su minúsculo apartamento, preparó café en la soberbia máquina nueva que había comprado con el adelanto de la editorial.
Abrió las ventanas para oír mejor la lluvia caer y para oler la ciudad húmeda en una mañana obscura y nublada.
La música que oía, como la literatura que ahora creaba, estaba desencajada milagrosamente del tiempo. El aparato reproducía muy bajo uno de sus álbumes preferidos uno con un plátano pintado por Andy Warhol en la portada.
Se encaramó en el respaldo del sofá púrpura hasta quedar a la altura del filo de la ventana y con el primer sorbo de café, guardó el aliento, en un silencio muy hondo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario