Ahora que Caperucita se convirtió en una escritora con cierto éxito, comenzaba a recibir cartas de admiradores y proposiciones de trabajo interesantes. Todo esto le agradaba pero también le tenía algo preocupada, pues nunca le gustó ser el centro de atención. La Posmodernidad le quitó el estatus de figura pública y eso le venía bien, aunque por otro lado todos en los cuentos de hadas son figuras públicas.
Después de haber tomado unas vacaciones, ahora había que romper la barrera del éxito efímero de una sola novela. El género negro le seguía dando ideas y sentada en un café en la Plaza de la Sorbona se le ocurrió que todos en nuestra vida hemos tenido la vaga, o la muy intensa idea de matar a algún burócrata...
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