25. Ella salio muy lentamete del bosque, el del castaño en flor, el de los sicomoros, el impresionista, el que nunca se acaba, y recorrió quizá sin notarlo los lugares habitados en instantes, por un par de años.
"Yo no soy Caperucita, y tu no eres..." le dijo, pero él no la dejó terminar.
Tomó su coche, -ese que según la historia que le contó el lobo, debía desaparecer a la media noche- y condujo lejos de todo eso y lejos de las fantasías lejanas que por una noche más fueron mundos reales.