Caperucita heredó una chaise longue púrpura, de un primo lejano.
No es que su pariente haya muerto, simplemente un día superó su agorafobia y decidió heredarla a quien le llamaba cada noche para contarle una historia sin espacios vacíos.
Su primo, a su vez, había heredado la chaise longue de una tía un tanto estrambótica, pero de gustos muy finos. La tía por desgracia sí había fallecido.
Cuando recibió el exquisito mueble para hedonistas de la vieja guardia, venía con una epístola muy bien escrita explicando el uso y mantenimiento de lo que aseguraba, no era un simple mueble, sino una metáfora en color púrpura.
La chaise longue no solo era un vulgar diván. En realidad hay pocos divanes que sean vulgares, pero lo que quería decir es que no solo era una superficie para mujeres divorciadas y neuróticas contando sus desaventuras.
Pero sí que podía ser un diván. Juguiano por supuesto.
También era el interior de una barca que se resite a naufragar. -El naufragio como metáfora de desamor-
También era una barca de Caronte, como el interior suave de un ataúd. -El psicoanálisis como metáfora de múltiples muertes-
Por supuesto un objeto así es un lugar para juegos eróticos, aunque había que cuidar de la seda púrpura para no mancharla. -La muerte como metáfora del éxtasis-
Su estilo italiano tenía ecos de las sillas largas para los banquetes romanos. -Éxtasis dionisiaco-
La chaise longue, pues, era el interior de un huevo primordial, un útero metafísico, una máquina del tiempo, un tapete mágico, un trono... Caperucita recibió de regalo una metáfora púrpura.
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