viernes, octubre 16

XXVIII

Con Caperucita y el Lobo al asunto principal siempre fue -sospecho- algo de gula.
Efectivamente -y como todo el mundo sabe- el Lobo se comió a Caperucita. Es decir, se la comió una y otra vez, y ella buena chica que era, siempre tomaba el camino más largo y llenaba su canastita -que solía guardar en la cajuela del auto, o que llevaba en su bicicleta- con vino, queso y demás viandas para el almuerzo en el bosque.
Una de mis teorías es que alguien del Opus se inventó al Leñador para asustar a las chicas de los colegios y para enseñarles que una historia tan felíz siempre puede se arruinada por algún imbécil.

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